El debate sobre la elección de Bad Bunny para el show de medio tiempo del Super Bowl LX alcanzó un nuevo nivel luego de que Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, calificara la decisión como “terrible”. Durante una intervención política, Johnson sugirió que el lugar del artista puertorriqueño debería ser ocupado por la estrella de country de 82 años, Lee Greenwood, argumentando que sería una opción más apropiada para atraer a un público amplio.
Al ser cuestionado sobre su opinión fuera del Congreso, Johnson admitió desconocer la trayectoria de Bad Bunny, afirmando: “Ni siquiera sabía quién era, pero por lo que escucho, me parece una decisión terrible”. El legislador explicó que su preocupación se centra en la influencia que el espectáculo tiene sobre el público joven, y que la elección de un artista como Greenwood, reconocido por su música tradicional y patriotismo, sería más adecuada para la ocasión.
Johnson sostuvo que Bad Bunny podría no conectar con una audiencia diversa y que la visibilidad del evento requiere de figuras consideradas modelos a seguir, como Greenwood. Aunque no mencionó la razón que han señalado otros críticos conservadores —que Bad Bunny canta principalmente en español—, su postura se alinea con sectores que buscan un perfil más “tradicional” para el espectáculo de medio tiempo.
El propio Lee Greenwood respaldó públicamente la propuesta de Johnson. En declaraciones a Page Six, el ganador del Grammy expresó que sería un honor reemplazar al artista puertorriqueño y contribuir a un show memorable. Greenwood destacó su experiencia previa en eventos de la NFL, incluyendo partidos de Salute to Service, y confirmó su participación en un encuentro de los Dallas Cowboys el próximo mes.
“Siempre me emociona interpretar el himno nacional o ‘God Bless The U.S.A.’ durante los partidos”, comentó Greenwood, añadiendo que su participación podría animar al público en lugar de Bad Bunny. El cantante también recordó su colaboración en mítines presidenciales, particularmente durante la administración de Donald Trump, reforzando su perfil dentro de los eventos de alto impacto en Estados Unidos.
La controversia marca un enfrentamiento cultural y político sobre la representación artística en uno de los eventos más vistos del país, generando un intenso debate sobre diversidad, tradición y audiencias en el entretenimiento deportivo.