Bitácora del Poder por Naim Libien Abouzaid
En su conferencia matutina, la presidenta Claudia Sheinbaum adelantó que en los próximos días se firmará un acuerdo de seguridad con Estados Unidos, en el marco de la inminente visita del Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio. La noticia no es menor: cada vez que un funcionario de alto nivel estadounidense pone pie en México, se encienden las alarmas. La experiencia histórica nos recuerda que, tras los discursos de cooperación, suelen venir presiones y ajustes que ponen a prueba la soberanía nacional.
Lo que distingue al presente de los viejos tiempos es la postura con la que México se sienta a la mesa. En el pasado, los gobiernos priistas y panistas recibían a Washington con un servilismo que abrió la puerta a proyectos como la Iniciativa Mérida, donde se militarizó al país con resultados desastrosos. Hoy la narrativa es otra: México no acude a rendir cuentas, sino a negociar en términos de respeto mutuo. El acuerdo de seguridad anunciado se perfila como una prueba de fuego para ver si la diplomacia mexicana mantiene ese nuevo tono firme y equilibrado.
Sheinbaum también confirmó la próxima visita de una nutrida delegación brasileña: vendrán los secretarios de Estado de Comercio, Hacienda, Relaciones Exteriores, Agricultura, Planificación y Presupuesto, además de 150 empresarios que tendrán encuentros con sus contrapartes mexicanas. La coincidencia no es casual. Mientras Donald Trump mantiene tensiones con el presidente de Brasil, México fortalece lazos con una potencia regional. La llegada de aviones Embraer a Mexicana de Aviación es otro ejemplo de cómo se abren espacios de cooperación más allá de la influencia norteamericana.
En el terreno doméstico, el ascenso de Omar García Harfush continúa marcando el debate nacional sobre seguridad. Su figura concentra expectativas en un país que exige resultados y que parece dispuesto a respaldar liderazgos con experiencia y firmeza. La combinación entre una agenda internacional que busca equilibrar relaciones y un liderazgo interno en seguridad plantea la posibilidad —aún frágil— de que México avance hacia una estrategia más integral.
¿Un México más seguro y soberano?
El tablero se mueve en varios frentes: por un lado, la negociación con Estados Unidos y la sombra de Rubio; por otro, la apertura con Brasil como muestra de soberanía diversificada; y en casa, la construcción de un perfil político como Harfush que gana relevancia en la narrativa de seguridad.
La gran pregunta sigue en pie: ¿seremos capaces de construir un México más seguro sin hipotecar la soberanía? El reto no será sencillo. El equilibrio entre cooperación y autonomía será decisivo para que el país no vuelva a ser visto como el patio trasero de Washington.
Lo que está en juego no es solo la firma de un acuerdo, sino la definición de un rumbo: si México logra sostener una política de seguridad que combine firmeza interna y dignidad internacional, podríamos estar frente a un punto de quiebre histórico.
Que el resto del país tome nota