El legendario narcotraficante Ismael “El Mayo” Zambada, durante décadas uno de los hombres más buscados del mundo, finalmente se dobló ante la justicia de Estados Unidos. A sus 77 años, el líder histórico del Cártel de Sinaloa se declaró culpable en una corte de Nueva York, aceptando cargos de narcotráfico, lavado de dinero y tráfico de armas.
La decisión sorprendió a muchos, pues el propio Zambada había prometido que “prefería morir antes que pisar una cárcel”. Sin embargo, en una audiencia encabezada por el juez Brian Cogan —el mismo que sentenció a cadena perpetua a Joaquín “El Chapo” Guzmán en 2019—, cambió su declaración de inocente a culpable, apenas dos semanas después de que la fiscalía renunciara a solicitar la pena de muerte.
El último de los grandes capos
“El Mayo” fue arrestado en julio de 2024 en Texas, tras más de medio siglo prófugo. Su captura cerró un capítulo de la vieja escuela del narco, pues era el último fundador del Cártel de Sinaloa que permanecía libre. Por él, el Departamento de Justicia ofrecía 15 millones de dólares de recompensa.
Su trayectoria estuvo marcada por violencia extrema: dirigía un ejército privado con armamento militar, sicarios especializados en asesinatos, secuestros y torturas. Incluso, según fiscales estadounidenses, llegó a ordenar el asesinato de su propio sobrino meses antes de su detención.
Una dinastía que coopera
Mientras él enfrenta la justicia, varios miembros de su familia ya colaboran con Estados Unidos, incluidos su hermano Jesús “El Rey” Zambada y sus hijos Vicente, Serafín e Ismael Zambada, quienes obtuvieron beneficios judiciales a cambio de cooperación.
El arresto de “El Mayo” no apagó la violencia: su caída desató una guerra interna dentro del Cártel de Sinaloa que ha dejado cientos de muertos en México.
Un capo que vivía del monte
En 2010, en una famosa entrevista con el periodista Julio Scherer, Zambada reveló que cuatro veces estuvo a punto de ser capturado, pero siempre logró escapar gracias a su conocimiento de las montañas de Sinaloa:
“El monte es mi casa, mi familia, mi protección… A mí me agarran si me descuido”, dijo entonces.
En esa misma charla aseguró que preferiría morir en un enfrentamiento antes que ser encerrado. Hoy, su destino quedó sellado en una corte de Nueva York.
El último capo histórico del narco mexicano se entregó, no a balazos, sino con una palabra: “culpable”.

